EVOLUCIÓN AGRARIA Y ECONÓMICA EN QUEL
El tránsito de uno a otro oficio se fue produciendo de manera natural, pues era el herrero el que soldaba las tapas de hojalata de los botes de conserva, en principio sólo de tomate y pimiento.
Luego harían mermeladas o melocotón como en Calahorra, pero antes llegó …el espárrago. Más tarde se le sumaría Conservas Marzo, fundada en 1957.
En 1950, el precio del espárrago en bruto alcanzó las 6,50 ptas/kilo, algo sorprendente pues el jornal de un hombre era en 1952 de 15 pesetas, según estipuló el ayuntamiento. Inmediatamente, los queleños empezaron a plantar sus huertas con la planta que traían de San Adrián (Navarra) los comisionistas, los mismos que luego recogían el producto.
En 1957, una subasta, que remató Fructuoso Amatriáin, de Arnedo, elevó el precio a 8,08 ptas/Kg. Había ya entonces entre diez y doce comisionistas, casi todos de San Adrián, y se calcula que se llegaba a producir entre 15.000 y 17.000 kilos. A principios de los sesenta, el precio de las subastas llegó a 16 ptas., mientras en 1965 un kilo de espárragos alcanzaba las 20 pesetas y en poco más de una década se conseguía triplicar el precio. En esa fecha, la producción del pueblo podía pasar de los 200.000 Kg., lo que quiere decir que los agricultores aumentaban su renta en más de 4 millones de pesetas cuando el presupuesto municipal era de …¡medio millón!.
Se decía entonces que un hombre y una mujer, trabajando sólo de mañana en la recolección, podían construirse una casa en dos años con el producto del espárrago. Y en efecto, el caserío se transformó, igual que tantas cosas en Quel. Lo primero, el parque móvil, urbano y agrario.
Por la documentación facilitada por Lino Moreno, sabemos que en 1975 el precio alcanzó las 60 ptas. y en pocos años superó las 200. En Conservas Marzo, en 1982 el precio alcanzó las 230 ptas.; en los cuatro años siguientes se produjo un descenso paulatino hasta llegar a las 150 ptas. de 1985, interrumpido en 1988 en que comenzó una fuerte subida, llegando a las 340 pts. el kilo.
Para entonces, la producción empezó a descender; además los altos precios encubrían una triste realidad para los queleños: la inflación estaba mermando la rentabilidad de un producto cuyo ciclo llegaba a su fin.
La evolución de precios del tomate y el pimiento fue tan favorable como la del espárrago, sobre todo a partir de los 70. Igualmente lo fue para las conserveras queleñas, que ampliaron su capacidad y se renovaron técnicamente; ya no sólo compraban en Quel los productos, también en pueblos cercanos.
Prácticamente la mitad del tomate que compraba Lino Moreno desde fines de los sesenta venía sobre todo de Rincón de Soto, una localidad que aportaba también gran parte -en torno a la mitad muchos años- de las compras de pimiento (en la modalidad de bola) junto con Pradejón (especializado en el pimiento del pico). Tomate y pimiento siguieron siendo productos muy remuneradores para los queleños; además, eran complementarios del espárrago, pues su “tempo” es diferente: acaba la campaña del espárrago, empieza la del tomate, luego la del pimiento, así que, a pesar de todo, los dos productos tradicionales, a cuya recolección se aplicaba toda la familia, incluidos los niños, aún aumentaba más el dinero disponible en manos de los agricultores (y su capacidad de crédito, pues empezaron a endeudarse con intereses muy elevados con el fin de hacer frente a las necesidades de mecanización).
Como ocurrió con otros productos que demandan mucha mano de obra, comenzaría la importación de otras regiones de España y, pronto, del extranjero.
Terminaba la época dorada del espárrago en muchas localidades riojabajeñas.
Junto a los productos de regadío, fue importante también otro producto complementario de secano, el almendro, que permitió que en 1963 hubiera ya en Quel al menos cuatro “elaboradores de frutos secos”, Ricardo Diaz Calatayud, Ángel Rodríguez, Agustín García Aldama y Doroteo Yanguas. Pero casi la totalidad de la producción salía de la localidad con destino a los turroneros levantinos. Los tradicionales fardelejos, dulce a base de huevo y almendra típico de esta comarca de la Rioja Baja y sin duda de tradición árabe, especialmente de Arnedo y Quel, eran elaborados en casa para el autoconsumo. Hasta la década de los noventa, en que instaló su primera fábrica artesanal “La Queleña” –posteriormente se constituyó “Alicia”-, no habrá en Quel fabricantes de este producto singular, tan asociado a la cultura gastronómica de la región.
En cuanto a la viña, descendían los titulares de viñedo, pero pasada la crisis de los setenta, la viña volvió a producir rentabilidades interesantes, sobre todo a partir de 1991. Desde entonces el precio de la uva no bajó de las 100 pesetas, lo que impulsó la modernización y la expansión de las plantaciones. Pero entonces apareció el problema:
no había una generación de repuesto y los hombres del campo envejecían.
Hoy lo que ha llegado a Quel está presidido por la tecnología, el agente de la transformación de las viejas estructuras seculares: una revolución agraria que por fin supera la fase de mecanización y entra ya en el futuro tecnológico: el ordenador controlando el riego, la calidad ante todo bajo estrictos patrones, atención a los costes ecológicos, integración con la naturaleza.

Presidiendo un paisaje espectacular –los Agudos al fondo-, se alza en un otero una de las almazaras más modernas de España; su original silueta semeja un viejo trujal romano de viga, pues hasta en eso, en el diseño del “trujal” –cuyas paredes exteriores representan las viejas prensas con las esteras de cáñamo-, se nota el exquisito gusto por la conservación de los signos de identidad de los que venimos: la triada mediterránea romana, de la que hoy, en La Rioja, el vino, pero también el aceite –ya tenemos denominación de origen-, son nuestros estandartes en el mundo. En el caso del aceite, el futuro es tan prometedor como el del Rioja. Esto no ha hecho más que empezar.
Carlos Aldama inició el proyecto en el año 2000 con la plantación de 150 hectáreas de arbequina. En 2006, constituyó la almazara con modernos sistemas de elaboración. A lo largo de este tiempo, ha seguido realizando nuevas plantaciones de olivo de las variedades arbequina, arbosana y koroneiki y ha experimentado con las mismas para obtener aceites de máxima calidad. Con la marca Lectus, el aceite ha obtenido diversos reconocimientos de calidad.
Visitas guiadas: todo el año.
Ctra. LR 281 Km. 2
26570 Quel (La Rioja)